En la tarde de nuestro segundo día en Chaco hicimos el ingreso al Parque Nacional El Impenetrable y fuimos hasta el camping La Fidelidad; allí conocimos a Nancy, miembro de la Asociación de Vecinos de La Armonía.
El camping se encuentra a orillas del río Bermejo, límite natural que separa las provincias de Chaco y Formosa. El río se despliega como un espejo rosado, arcilloso, parecido a un oasis en medio del polvo y el monte cerrado.
Todo tenía un color diferente al que estoy acostumbrada a ver en la ciudad, las partículas de tierra fina flotando en el aire hacían que los pocos rayos de sol que nos acompañaron se reflejaran en el entorno, dándole a todo un tono anaranjado. Incluso nuestras pieles se veían diferentes.
Apenas llegamos empecé a hablar con Nancy, quien me contó que en febrero de 2022 el camping empezó a recibir al turismo, y que desde entonces los vecinos diagramaron un sistema de turnos rotativos que les permite trabajar en el camping durante periodos de 7 ó 14 días. Asimismo, contó que tienen en funcionamiento un programa de pasantías para jóvenes de la comunidad. Ellos se postulan y se los llama para trabajar durante una semana y aprender sobre la prestación de servicios en el camping. Esto no solo les genera un beneficio en cuanto a su formación, sino que además les da la posibilidad de interactuar con personas de distintos lugares. Asimismo, estos jóvenes pueden asistir a la Escuela Taller y aprender a trabajar en madera, en arcilla o en la realización de tejidos.
A la noche nos reunimos en el comedor, un lugar amplio y agradable donde una luz tenue envolvía las conversaciones. Nancy me había visto con la cámara de fotos y me mandó a llamar para que registrara el horno de barro donde estaba preparando la tarta que íbamos a cenar. Aproveché para quedarme hablando con ella, con dos pasantes que estaban terminando su experiencia y con uno de los chicos de Rewilding Argentina.
Siempre que hablo de sustentabilidad, planteo que para mí es una filosofía de vida. Cuando empezamos a pensar en el impacto ambiental de nuestras acciones, empezamos a modificar miles de pequeñas elecciones cotidianas. En esa mutación nos damos cuenta de que nuestra toma de consciencia no solo beneficia al planeta: también impacta en nuestra forma de vincularnos como seres humanos. Cuando decidimos dejar de consumir plásticos de un solo uso, dejamos de ir al supermercado (donde todo está envuelto en plásticos) y vamos a la verdulería del barrio y a la dietética. Esos espacios pequeños, familiares, menos concurridos, hacen que se generen intercambios más personales y menos automatizados. Más humanos.
Lo mismo pasa con el turismo, lo mismo sentí en este viaje y en esas conversaciones. Buscar viajar con menor impacto ambiental no solo beneficia al planeta, no solo reduce el daño ecosistémico, sino que nos da la posibilidad de pensar en otra forma de conocer lugares, en otra forma de vincularnos con los lugareños, en otra forma de valorar las experiencias con las que nos encontramos.
Cuando vemos el desmonte desde Buenos Aires, no sabemos que las empresas madereras tocan puerta a puerta las casas de los pobladores ofreciéndoles unos miles de pesos para entrar en su terreno y llevarse sus mejores árboles. Tampoco sabemos que esas personas que dicen que sí no tienen muchas más opciones para generar dinero.
Pensar en el turismo sustentable como una fuente de trabajo para las familias que habitan El Impenetrable es una forma de defender el monte.